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Crónica: HELLFEST 2018, Clisson. Día 3 (24/06/18)

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DÍA 3, DOMINGO 24 JUNIO

El último día siempre pesa más, no lo vamos a negar, y una ducha integral, desayuno reconfortante y las consecuentes colas y tiempo empleado para todo ello, no nos tiene hasta dentro del recinto a la hora de PRIMAL FEAR. Si necesitábamos hierro y vitaminas para empezar nuestro ligero arrastre de cuerpo, pues aquí teníamos una dosis concentrada, y lo digo así, literalmente, porque ver a los alemanes en cuarenta minutos, era poco más que un aperitivo, pero claro, igual hasta a ellos a estas horas de la mañana les venía bien. Fueron directo a la yugular, con temas que podrían ser emblemas de metal por la connotación que arrastran y los vertiginosos riffs de guitarra que llevan por cobertura. No vamos a descubrir nada nuevo si os cuento que rezuma al sonido clásico que les ha caracterizado en toda su carrera, pero claro, es que ya ha pasado el suficiente tiempo para que cada trabajo destile a ellos mismos, supervivientes de la era más clásica del metal post Judas para unos, y falto de originalidad para otros. A falta de temas nuevos, ya que su disco “Apacalyse” estaba en camino para ser publicado unos meses después, y seguro que no tenían aún ningún tema del mismo que adelantar en esta ocasión. yo me quedaría con las sensaciones de extremos agudos de Ralf Sheepers, y algunos símbolos que les acompañan en su dilatada carrera, como fueron los temas “Final Embrance”, “In Metal We Trust”, “Angel In Black” o “Metal Is Forever”, porque prácticamente en sus primeros discos y de forma surtidita se centraron.

SHINEDOWN seguirán siendo una sensación de aire fresco y energía electrizante cada vez que escuche algunos de sus discos, pero todo aquello que me construía un mundo imaginativo de dimensiones espectaculares se evaporó a medida que los descubrí en vivo, al menos a estas horas, que no permitían demasiados artificios luminotécnicos. En lo que se refiera al espectáculo que da la banda, fundamentalmente el de su cantante, que en cada momento persiguió y contó con la complicidad del público, quizás con demasiadas pausas, pero es que Brent Smith es la mitad del show, ya que su buena manera de dirigir la orquesta es lo que mantiene viva la sinfonía, y que conste que el resto de la banda bota y salta como si tuvieran muelles. Al menos nos mostraron el tema nuevo “Devil” al cierre del concierto.

IN THIS MOMENT fue la sorpresa y espectáculo visual que no me esperaba y que a los afortunados que lo vivimos nos dejó boquiabiertos. Maria Brink es algo más que la cantante y contorsionista de esta banda de metalcore, que con sus números escénicos hará a partir de ahora que algunas bandas de black metal me hagan reír en escena. Su último trabajo se titula “Ritual” y como tal, ella junto a sus semejantes, dos chicas que iban caracterizadas igual que ella y bailaban al compás, hacían que las confundieras en ocasiones. Ella fue como una Diosa teniendo a la humanidad bajo sus pies. Cada vez que su cuerpo se bamboleaba o sus rasgados vestidos vaporosos y transparentes eran azotados por el viento, te estremecía el rubor de entrar en un submundo donde la pasión y el maligno podían llegar a pervertirte hasta ser dejado poseer. Parte de ese último trabajo editado bajo la temática de brujería en su concepto fue abordado genialmente con ciertas caracterizaciones. Una pena en hecho que no se arriesgaran a prepararlo íntegramente para el directo, ya que el vestidor que tenía situado en mitad del escenario le dio mucho juego, y mucha actividad a la hora de cambiar de imagen, al tiempo que aparecía y desaparecía mientras sus iguales seguían su fórmula escénica. Tuvimos hasta atril al estilo Marilyn Manson con bonitas representaciones, mientras la banda, con el nuevo batería Kent Diimmel también en el punto de mira, al llevar poco menos de dos años en la banda, matizaba con contundencia los sonidos de ese muro sonoro que a veces latía a un ritmo cercano al doom. Sin duda ver representar parte de los temas tal cual en su concepto, como “River Of Fire”, “Roots” y “Whore”, hacían querer descubrir integro su reciente “Apocalyse”.

Al tomar como referencia el tiempo transcurrido desde que vi a ASKING ALEXANDRIA por primera vez y compararlo con esta ocasión. Sinceramente no me despertaron la misma pasión que entonces. Nos remontamos al año 2011 y a la sala Live de Madrid, donde acudía intrigado por la aportación de esta jovencísima banda que entonces parecía querer integrarse en la escena metalcore principalmente con derroche de juventud más que imaginación. Recuerdo perfectamente aquella tarde y no me lo pasé mal, vi el germen de progreso en ellos con el tiempo oscilantes entre el posthardcore, pero en esta ocasión, vi a una banda que se reinterpretaba demasiadas veces hasta el punto de parecerme cansinos, como agotados en creatividad, amén del tema “Someone, Somewhere” que se marcaron en acústico para romper el ritmo. En fin… eso no quita que estuvieran activos el resto del tiempo a la hora de interpretar, conste…. ¡faltaría más!

Mientras, THE BRONX en términos punkrockeros se desvivían en distorsiones y magnetismo con una celeridad propia de temas de punk enganchón, gracias al canalleo de su cantante. La verdad que se le va un poco la pelota a Matt Caughthran, pero es que así es la banda en su totalidad. A su cuarto disco lo han llamado “V”, del que por cierto hicieron los temas “Stranger Dancer” y “Two Birds”, a recordar… y bueno, capaces de sacar varios discos con el mismo nombre previos a este último álbum, cambiando de estilo en lugar de nombre de título. Una banda peculiar, que volvería a ver tres veces de seguido. En esta nueva etapa cuentan con David Hidalgo Jr. en la batería, metido en los últimos años en un montón de tinglados, entre ellos y de forma activa en Social Distorsion y su otro proyecto Bullet Treatment, también con sede en Los Ángeles y contando igualmente con Caughthran en las voces.

NEBULA me parecieron una estafa, comparándolos con los chavales rebeldes que esbozaban magia en sus principios. Su regreso a los escenarios me decepciono en mayo cuando los vi en el DesertFest berlinés. Del festival tenéis la crónica integra dedicada a cada uno de los días, para poder meteros de lleno en los sonidos stoner setenteros y psicodélicos. La misma camiseta que llevaba entonces Tom Davies anunciando la justificación a su decadente praxis en vivo con el rótulo “Say Perhaps To Drungs” me dio el tufillo, así que tampoco me aventuré a seguir perdiendo más el tiempo que otras bandas me procuraban. Mayo quedaba atrás y hacía frío aquella tarde, ellos estaban descentrados, especialmente Eddie Glass, y ya no se qué pensar si intencionadamente. En esta ocasión una pequeña diferencia que se apreciaba respecto a Alemania, es que en Francia hacia calor.

KILLSWITCH ENGAGE siguen provocando pasiones entre un público joven que sabe enganchare a unos tipos capaces de fundir metal alternativo y engatusar a quien vio en ellos un término fiable en eso de la nueva ola del metal americano. Son atrevidos en las vestimentas y un contraste absoluto por lo tanto cuando ves como se comportan. En realidad lo que interesa, es que el aspecto de la imagen, que en unos va súper currada y en otros estrafalaria, sea algo secundario cuando suenan riffs de guitarra y tonos de voz llamativos. La fórmula la llevan cosechando cerca de dos décadas, y por ello son habituales de Hellfest. En 2016 los tuvimos por aquí también, y la verdad, que aquel show no lo recuerdo muy distinto si lo comparamos con este, con el detalle de que aquí se hicieron la versión del “Holy Diver” de Dio y el escenario era más amplio para evitar problemas de aforo, siendo esta vez en el Mainstage2 en lugar del Warzone,

ZEAL & ARDOR es algo distinto para quien gusta de los términos experimentales deltro del metal, si bien ellos funden black, death, con blues y góspel, de una manera muy armónica y embriagadora pero quienes ya nos rendimos a los pies del jefe de este proyecto, Manuel Gagneux, quien mudo desde Estados Unidos hasta Suiza su visión triunfal, porque creo que es en lo que va a terminar esta historia, siendo algo muy grande, que poco a poco acapara expectación su puesta de largo. Instrumentistas y vocales soul que baja unos trajes encapuchando van desmenuzando los temas que oídos en disco, piensas que son poco probables de ver ejecutar tal cual en directo. Y en mi caso ya repetía ante ellos, primero con “Devil Is Fine” en el mercado y ahora incorporando al set temas de su nuevo disco “Stranger Fruit” dejando sonar algunas piezas decorosas a modo de intromisiones sonoras, para abordar de lleno el colorido tonal de este concepto que espero dure y goce en el futuro de tan buena salud.

Los polacos BATUSHKA, tocaban a continuación poniendo en mente el botafumeiro de la catedral de Santiago, a escala diminuta claro. Quien ve a esta cuadrilla de voces místicas, con la armadura de la religión como vestimenta en sus prendas encapuchadas, hace generar imaginación por doquier. La escenografía es básica en realidad, cuidando detalles de decoración, incipientes escena con tintes de altar, pero tras verlos una vez, no te van a aportar mucho más nuevo. Si bien es cierto, que hay mucha gente que va a misa tantas veces marca la novena, y siempre bajo el mismo sermón del párroco de turno. Bueno, el contraste y el complejo entramado del sonido que tiene su único disco publicado en 2015 bajo el título “Litourgiya” es lo que exponen una y otra vez en el orden que integra su contenido. Seguro que te enloquecen de primeras, pero una tras otra a mí particularmente, no me aportaron. De hecho a falta de que ofrecieran vino, tuve que ir a la barra a por la cerveza ¡Pocas hostias!

A Mustaine lo vi cascado este día, y me jode porque siempre me ha gustado ver a MEGADETH dándolo todo en cada concierto, aunque hayan optado por temas menos resultones en vivo. Pero como viene haciendo desde hace tiempo, dejando atrás los egos de antaño, la banda que le acompaña tiene su espacio tan importante como su presencia, repartiendo por lo tanto tramos instrumentales de guitarra con Kiko Loureiro. La fuerza del otro cincuenta por ciento venía impulsa tanto David Ellefson en el bajo, como Dirk Verbeuren en la batería, el último en integrarse a esta maquinaria perfectamente engrasada. Ciertamente creo que, con poco que se esmere en la selección de los temas a tocar cada noche, la cosa está más que ganada. Me llamó mucho que la fatalidad tuviera esta vez también que ser protagonista en las dedicatorias de Mustaine. Hace dos años, le dedicaba al fallecido Nick Menza el tema “Tornado Of souls”, y esta vez era el recuerdo de Vinnie Paul llevándose las palabras previas antes de sonar “My Last Words”. La novedad fue ver a Michael Amott participando de la canción “Symphony Of Destruction”.

Como era de esperar, ALICE IN CHAINS situó el epicentro de Hellfest sobre los primeros trabajos “Facelift” y “Dirt”, dos referencias con abundantes signos para entender el nacimiento del sonido seattleliano de raíz, que hoy se mantiene en activo gracias a Willian DuVall, ese ángel negro que vino a visitarlas en el momento idóneo tras la busca de lo que pareciera un sustituto imposible para la memoria del desaparecido Layne Staley, y su inconfundible voz, seña de identidad inequívoca del primer plano de la banda. La formula estriba en ser capaz de mantener esa magia sin innovar en demasía, sin necesidad de comunicarse con el público, y sin excederse con demasiados temas desde su ciclo de vuelta al ciclo de la vida. Jerry Cantrell es un mago, además del fundador paciente y equilibrado para llevar los malabares de los sentimientos  al corazón de quienes los vieron crecer y del público joven que quiere sentir lo que ellos crearon en los tiempos que no pudieron estos. Abrir el concierto con la solidez de piezas como “Bleed The Freak” y “Check My Brain”, inevitablemente te hace cerrar los ojos y sentir la presencia aún de Staley en el horizonte espiritual. Tal y como hicieron otros artistas, tuvieron un momento de dedicación a la memoria de Vinnie Paul en el tema “Nutshell” y además nos adelantaron el tema “The One You Know” del nuevo disco “Rainier Fog”.

Tener de nuevo a IRON MAIDEN en Hellfest, fue un verdadero acontecimiento para los franceses, y cómo no, también para el nutrido público venido desde tantos y distantes lugares. Sólo ocurrió una vez antes, y fue en 2014. Seguro que para muchos de los allí congregados, y me refiero al público local, hasta era la primera vez que los veían. Pero la grandeza de los ingleses, tiene y tuvo una vez más para propios y extraños, es decir, para los nuevos fans, para los viejos seguidores y para aquellos que los siguen con su fanatismo en cualquier lugar y momento donde se encuentren. Reconozco que me esperaba un setlist un tanto trillado, pero que lo disfrutaría de igual manera, como siempre, pero el hecho de verlo a pocos metros del escenario y una vez más con la entrega de sus músicos sin decaimiento alguno, atajando un variadito y alucinante plantel de canciones, en ocasiones recuperando viejos temas de hace tiempo, no te quedaba otra que rendirte a esta maquinaria, aún tan creativa. El avión colgado del techo, los Eddies, las corredurías de Bruce Dickinson, y el entusiasmo de la gente, estaba puesto en el mismo nivel de espectáculo. Una conjugación de factores que hicieron canturrear desde el inicial “Aces High” seguido del “Where Eagles Dare” y “2 Minutes To Midnight”. ¡Menuda arranque de leyenda!. El final del show con el bis “The Evil That Men Do”, “Hallowed Be Ty Name” y “Run To The Wills” fue otro tanto para emocionarte situándote en las épocas correspondientes. Dickinson sigue derrochando vitalidad, vestido de piloto, de maestro de esgrima enfrentándose a Eddie o ataviado con un lanzallamas . Y la armonía de las guitarras de Adrian Smith, Janick Gers y Dave Murray, casi que esta vez ponía difícil decirle a ninguno de ellos que andaba más quieto que los otros. La pegada de Nicko McBrain y el continuo control de Steve Harris como siempre lo hemos observado te daba pistas de lo imperecederos que resultan, al tiempo que adictivos. Con temas como “The Trooper”, “Fear Of The Dark” o “The Number Of The Beast”, los canturreos de música y de letra tenían lugar según correspondía. El público estuvo entusiasta hasta en los momentos con desarrollos más arriesgados dado la extensa duración de estos temas, háblese de “For The Greater Good Of God” y “Sign Of The Cross”. Brillantes una vez más y ¡chapeau! por los tramoyistas que subieron y bajaron ángeles, Eddies y decorados en los telones posteriores con tan maravillosa armonía y calidez a lo que estaba sucediendo sobre el escenario.

Después, y ya hacia el final de esta edición, nos reencontraríamos también con los thrashers EXODUS, la vieja escuela, emborrachada de riffs rápidos, de corte clásico y alborotados sonidos por parte de sus componentes. Muy llamativa eran las enormes y recargadas hileras de amplificadores Marshall situadas en mitad del escenario, con toda seguridad haciendo las veces de atrezzo sin estar conectados, a cada lado de la batería de Tom Hunting, entre medias de todo el tinglado. El duelo de guitarras por parte de Lee Altus y Gary Holt, éste último como punto de referencia para entender tal como empezaron los primeros Exodus, que fue de viaje a los ochenta una vez más. Y entre tanto toma y daca, Steve Souza por allí paseándose micrófono en mano como si no hubiera pasado el tiempo. En realidad lo que pasaba era el repertorio, y con deciros que de su primer disco hicieron “Deliver Us To Evil”, “And Then There Were None”, la propia “Bonded By Blood” y para el cierre “Strike Of The Beast”, pues ya os podéis imaginar la posterior tortícolis posterior.

Texto/fotos: Raúl García y Oscar Torres.

Publicado el 20 de noviembre, 2018
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