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Crónica: DESERTFEST BERLIN 2018, Alemania. Día 1 (4/05/18)

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DÍA 1, VIERNES 4 MAYO

Desconociendo de primera mano cómo habían sido las ediciones anteriores ediciones de este festival que lleva celebrándose en Berlín desde el año 2012, decidí marchar a la capital de Alemania motivado por un buen cartel, de que a continuación os iré dando cuenta, y que se celebró durante los días 3, 4 y 5 de mayo en el Arena Berlín, un amplio recinto multiusos, situado a la rivera del río Spree, que este caso, en su interior permitía tener colocados dos escenarios donde se iban alternado las bandas, además de una pequeña tarima para otro tipo de actuaciones puntuales alternativas, y por su puesto stands de venta de merchand y otras artes.

En el exterior, una maravilla, aprovechando la buena ubicación rivereña, con un dj amenizando el ambiente, y barras y puestos de comida, así como zonas de descanso en pales de madera y en lo alto, tras subir unas escaleras, una zona especial para divisar desde lo alto el horizonte exterior, y el buen rollo interior. Sin haber estado en ediciones anteriores, ya os digo, que este lugar es difícil de superar en cuanto a ubicación, situado próximo a los barrios Friedrichshain y Kreuzberg. Vayamos por partes, y así descubriréis más cosas al respecto.

Tramitado mi acceso al recinto y habiendo cambiado mis primeras monedas de plástico, llamados Desert Dollars (acuñados con una B en el centro y en distintos colores según su valor) y que servirían para poder consumir en las amplias barras (en las que no había que esperar para que te atendieran), veo de empezar al dúo alemán PRETTY LIGHTNING con un risueño y armonioso delta blues, gestionado a base de pedaleras y argucias instrumentales que te llevaban a cierto hipnotismo con una compostura tan firme por parte de sus componentes, que además, ir viéndoles cómo iban transformando cada gesto, en ese formato reducido, te hacían sentirte cómplice de toda esa imaginación que iba brotando mientras daban puntadas blueseras, logrando atmósferas de las que te hacían partícipes cada vez que su guitarrista y cantante, se tiraba al suelo para poder reencontrarse con el sonido de teclado que hacía que sonaran con prudentes e intererantes. Su batería llevaba el ritmo con todo lo que se podía echar a las manos, puesto que también compaginaba el bombo con la pandereta y las maracas, mientras en su cara creaba poemas. Si queréis entrar de lleno en la órbita de su música escúchate “The Rhytm Of Ooze”, su último trabajo.

Lo bueno de este DesertFest, es que te permitía ver íntegramente las actuaciones de todos los convocados, dándote unos quince minutos libres hasta el comienzo de lo que ocurriera en el siguiente escenario. De esta manera nada se solapaba. Así llegábamos a los nipones CHURCH OF MISERY, unos viejos conocidos de los escenarios que vamos visitando últimamente. En el portugués Barroselas Metalfest habían cerrado la semana anterior el escenario principal durante una de sus jornadas, la última concretamente, y aquí lo abría escenario y festival. Cualquier momento es bueno para disfrutar del sonido de Black Sabbath filtrado por estos entretenidos y veteranos músicos, que momentos antes andaban paseando por el recinto. No pasaban muy desapercibidos, no, sobre todo cuando me los crucé en la zona de los stands y su batería llevaba las baquetas en el bolsillo trasero como si fuera el móvil. Quizá porque era más temprano esta vez, a lo mejor porque el escenario no tenía las mismas dimensiones, los noté más frescos, más entregados, pero sin el condicionante que hace que te evalúen por cerrar un cartel. Fueron muy vitoreados, especialmente cuando su cantante se quedaba en un primer plano generando extrañezas sónicas con su theremin. La pasional forma que tiene su fundador tocando el bajo en la parte media y alta de su mástil, al tiempo que cuelgo el instrumento todo lo más bajo que puede mientras pende de su cuello, es un matiz que utiliza como seña inequívoca marca de la casa. Como siempre me parecieron muy entretenidos. Si aún no los viste en directo, al menos déjate llevar por una dosis de ellos cuando te encuentres con la ocasión.

Entre la espesura de la niebla producida por las cantidades ingentes de humo que cubría el escenario, hacían aparición los holandeses DEATH ALLEY, unos románticos del sonido hard rock setentero, oscilantes entre la psicodelia y el protometal, que de primeras viendo a su cantante bailar, era imposible, no te generara al menos un mínimo impulso de querer al menos contonear tu cuerpo. Y es que tan sexy, como activo y espontáneo bailoteaba enfundado en una ropa, digamos que algo ajustada, con cada ritmo que te iban haciendo recordar bandas, canciones y épocas pasadas. Llegaban en plena presentación de su disco “Superbia”, después de hacer varias fechas en su país, y con muchas ganas de calar hondo para quien aún no les hubiera conocido, difícil para quien guste de estos saraos y conceptos sonoros, pues la vecindad con Alemania, ya les ha traído por aquí en otras ocasiones, de hecho ya actuaron en 2016 en Desertfest Berlin.

Después era la hora de comprobar el estado de forma de los reunidos NEBULA. La última vez que los vi fue en enero de 2010, en la sala La Boite de Madrid, con una desgana y pasotismo que poco después terminaría con el parón indefinido del grupo. Y por lo tanto, basándome en paso del tiempo, nada me hacía pensar que la cosa se repitiera en esta nueva reválida. No quede contento con su show, porque viejos fantasmas volvieron a aparecer, debido al a actitud apática del trió, que descolocaba un poco ver continuamente a Eddie Glass preguntar sobre el tema que venía a continuación e incluso a marcharse del escenario como dando por finalizado el show. El bajita Tom Davies, además de apoyar las canciones con su voz, estaba muy pendiente de Eddie. A pesar de ello y descoordinados en algunos momentos estuvieron entretenidos, pero me dio la impresión de que algo pasados, y de que cumplieron a regañadientes.

Una curiosa música country sonaba como introducción del concierto que darían a continuación MONOLORD, como el mejor prefacio para este contraste sonoro, que les alzaría como una de las bandas que despuntaron en la jornada, y de lo mejorcito del festival. Concentrados, serios, con su intelecto musical centrado en las pausas vigorosos de su sonido, consiguieron desencadenar el frenesí que siempre enmarcan este trío, a golpe de cuerdas de bajo que se muestran a la par de los golpes de batería, como un muro infranqueable. Las pedaleras enmarcaban el sentido hipnótico de lo que sucedía, rompiéndolo los acordes de guitarra. Y cuando todo estaba ensamblado y éxtasis era general, uno de los machacas que guardaba el foso del escenario se lanza sobre el público para canear a un espectador. Desconozco el motivo que lo motivó, pero el grupo paró la actuación con un aparente pensamiento de si sería adecuado decirle algo al bestia de seguridad, y posiblemente con ello tirar por tierra su espectáculo. Arrancaron sin más, y siguieron tocando mientras al chico, que no se tenía en pie, lo sacaron de mala manera fuera entre varias personas de seguridad. Monolord dio un concierto esencia, en parte gracias a esa forma tan atípica de tocar el bajo que tiene Mika Häkki, como si de una guitarra explosiva se tratara. Abrieron con el tema “Where Death Meets The Sea” de su último disco “Rust”, tema que también tocaron, y desvanecieron su densidad con “Empress Rising”.

MONSTER MAGNET era el principal icono que debía de hacer despuntar esta jornada. Las formas en las que Dave Wyndorf y compañía templaron esos temas capacitados para llegar por igual hacia los amantes del stoner, el hard rock y la psicodelia, es la evidencia de que te van a enganchar y llevar su show por el camino que ellos decidan. Y así fue, aunque no me gustaron tanto como cualquiera de las otras veces que tuve ocasión de verles, posiblemente por la manera de encajar los nuevos temas entre algunos clásicos infalibles. Eso no es un indicador de que hicieran un mal concierto, para nada, simplemente que enfocaron sin tanto desenfoque, es decir, menos esparramo, pero con todo el poderío. Abrieron con “Dopes To Infinity” y enseguida enlazaron con la nueva “Rocket Freak”, el motivo de poner en marcha una gira con nuevas canciones que presentar. Y tras continuar con dos piezas nuevas más, “Soul” y “Mindfucker”, entendí que era cuestión de estar adaptado a sus nuevas armonías, y que no había que ver este concierto como lo había hecho previamente. Más temas recientes, “When The Hammer Comes Down” y “Ejection” en el bis, daban forma a lo que ellos nos querían mostrar. Y ahí les aplaudo, en eso de centrarse en un buen número de canciones nuevas, aunque no tanto en marcharse quince minutos antes de lo que decía el horario del programa. A pesar de todo, triunfal “Space Lord” y para el final “Powertrip”, para enmarcarlos en un cuadro que recordar.

La banda sorpresa que nos tenía guardada la organización no pasaría desapercibida, pues llevaba todo el día preparada un pequeño escenario. ONE LOVE MACHINE eran unas máquinas enormes construidas con todo tipo de parches metálicos, que tocaban el bajo y la batería, teniendo a sus espaldas, un coro de pájaros metálicos con divertida movilidad, y todos ellos capitaneados por un programador loco llamado Kolja Kugler, que dirigía su inusual banda con teclados y ordenadores a un ritmo de evidente estrés. Sólo por ese control a ritmo frenético, ya era meritorio de estar ahí dando muestras de la robótica, con unos ejemplares que tocaban con algunas carencias, pero al fin y al cabo sonaban como una banda, propósito cumplido y repetido al día siguiente. Aún no había terminado su actuación y Weedeater estaban con los ensayos solapando el espectáculo robótico, y entonces los robots se enfadaron, mostraron su desavenencia y escupieron. Muy original todo.

Y para cerrar, aparecía en escena WEEDEATER y el loco de la botella de Jack Daniels, y lo hacían con la intención de arrasar por encima de todo lo sucedido durante el día. Esta inusual banda de stoner empezó su gira europea un par de semanas antes en el festival holandés de Roadburn que tiene lugar en Tilburg. Allí podría ver un show dedicado a su trabajo “God Luck And Good Speed”, algo que aquí ocurriría de nuevo, pero en Berlín contando con más tiempo, y por lo tanto haciendo dos temas más de aquel álbum publicado en julio de 2007. Tras la apertura inicial con el tema que da título al álbum, irían cayendo todos los incluidos en el mismo, a excepción de “Alone” y “Willow”. Dave “Dixie” Collins, que nunca se aburre de repetir el mismo show con sus habituales locuras, metió el dedo en esa botella de bourbon que siempre anda medio vacía. El efecto locura en su forma de cantar y tocar el bajo fue la base de su espectáculo. Ahí seguía con el pantalón de su pierna derecha remangado hasta la rodilla. Y como ya contamos después de ver el comienzo de gira europea, no estaba Trevor Owens en la batería, estando en su lugar Carlos Denogean, otro animal tras los parches a la altura de “Dixie” y “Shep”. Sobra decir que de nuevo nos contagiaría de esa enajenación que posee, pero os lo tengo que contar, porque además, aquí me gustaron más que en Holanda.

Texto y fotos: Raúl “Mister Virus” García

Publicado el 26 de mayo, 2018
Realizada por Mr. Virus
Colaborador de TNT Radio Rock

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